Autor Tema: La misteriosa/curiosa vida del señor Carpenter  (Leído 48596 veces)

Conectado El luxado

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Re:La misteriosa/curiosa vida del señor Carpenter
« Respuesta #270 : 20 de Septiembre del 2023, 21:56 »
Arquitectura y urbanismo

Sonó el celular de Julio. Llamaba Don Abelardo….
-¿Julio?
-Sí. ¿Qué desea Don Abelardo?
-¿Estás desocupado? Necesito un favor. Que lleves a Margarita (La bruja del castillo) a su casa. Se torció el tobillo al subir las escaleras y volver caminando se le hará un suplicio.
-No hay problema, me encuentro del otro lado de la plaza. En tres o cuatro minutos estoy allá.
Julio miró al indiscreto, fijamente. Qué ganas de retorcerle el pescuezo le dio…. Sin embargo, se contuvo. Pensándolo bien, la circunstancia perfectamente podría haberse invertido, y a él mismo no le hubiera gustado estar en esa situación. Pena y bronca sintió. Y en pasándolo a limpio, se dio cuenta que no había entendido nada, que esa fue una charla demasiada insólita,  que al final quedaba en el mismo punto de partida, que aquello ocurrido bien podría haber sido un auto diálogo surrealista. Por último, ignorándolo por completo, giró sobre sus talones y a las zancadas abandonó el penumbroso, decadente y lóbrego zaguán. La callejuela lateral daba frente con la entrada principal de la casa de gobierno y coincidía con el sendero central que cruzaba al medio de la plaza rodeando al monumento. Julio emprendió sus pasos hacia allí.
La plaza era de planta rectangular, una manzana de ancho por tres de longitud. Y este detalle es importante, porque debajo existía la única estación de subte y los talleres de mantenimiento de los trenes subterráneos que estaban clausuradas antes que inaugurada. La entrada de la gobernación se oponía al lado largo, precisamente apuntaba al centro del monumento. De ese lado las cuadras eran normales, pero desde donde volvía Julio, eran cortas y las calles angostas. De aquel lado de la plaza vivía gente adulta y ancianos y era extraño ver algún niño; las casas eran antiguas, de puertas y ventanas altas, algo sombrías; unas cuantas sin mantenimiento en franca decadencia y bastante oscuro y silencioso por la noche. En cambio, del lado de la casa de gobierno la gente era joven y se notaban muchos niños, en especial en horas escolares; las construcciones eran modernas, muy comercial con grandes vidrieras, y de noche, los barrios bien iluminados.
Julio caminaba a trancos largos ya se inclinaba para tomar la comba que esquivaba el monumento y de pronto quedó al descubierto el pequeño de los Gomycuer sentado en la banca curva de la rotonda. Peinado al costado, a la gomina, las orejas como pantallas, los ojos grandes con una mirada penetrante que atravesaba el alma. Julio sintió un escalofrío correr por la médula, creyó ver una sonrisa taimada –aunque apenas esbozada- y un presagio de desastre cruzó por su mente…. La frase “una mujer pequeña, dulce, un cascabel pura sonrisa, tierna -que le gusten los animales-  y que te adore” le retumbó en su memoria. Pasó al lado del niño sin que ninguno de los dos retirara la mirada y continuó al paso largo pero con el sentimiento que una jauría de perros lo alcanzaba para destrozarlo. Luego ya cruzó en diagonal, rodeó la casa de gobierno y entró por la calle lateral a mitad de cuadra.
En la manzana gubernamental se encontraba el palacio de gobierno, al frente. Atrás, la residencia del gobernador, en el lateral opuesto a la entrada, se situaban los departamentos del ama de llaves que vivía con su marido –el jardinero- y su hermosa hija universitaria y el departamento donde vivía Julio.
Como casi todos los días, caía ceniza del volcán, pero esta vez extremadamente fina. Tan fina que tornaba extraña la atmósfera, acentuada aún más por los decaídos rayos del sol que pronto desaparecería tras la montaña.
Siempre enérgico, Julio llegó hasta la oficina y se cuadró ante Abelardo y Margarita.
« Última Modificación: 20 de Septiembre del 2023, 23:53 por El luxado »

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Re:La misteriosa/curiosa vida del señor Carpenter
« Respuesta #271 : 13 de Noviembre del 2023, 21:07 »
La bruja del castillo y Julio
Margarita es una mujer fuerte, con una mirada penetrante –aunque no agresiva-, muy sobria en el vestir, alta como un tótem que fue erigido para perdurar mil años, con unas manos grandes que aunque grandes no por eso desproporcionadas o poco femeninas.
Julio se adelantó, abrió la puerta del auto y con cierto ademán de cortesía invitó a la mujer a subir. Y partieron los dos.
-Julio: doble a la derecha al tope con la plaza y siga hasta que la avenida se haga boulevard de álamos, ahí vuelva a girar a la derecha.
Julio miró hacia la plaza buscando al santito de los Gomycuer o al vecino chismoso, pero ninguno de los dos se encontraba. Entonces sintió un gran alivio, esos dos le ponían los pelos de punta, en especial el santito. Sin embargo, antes de terminar la cuadra larga del arbolado, allí pudo divisar un hombre, o la apariencia de un hombre, caminando por la calzada. Un hombre alto, tan negro como el infierno y con ojos muy singulares*. Pero Julio creyó que esto no le incumbía ni le cambiaría la vida y continuó el viaje por la avenida sin pensar más en ello….
El Lincoln avanzaba como un yate sobre un lago de aguas tranquilas con lisura de espejo; apenas se escuchaba el murmullo del motor. La ceniza –excepcionalmente fina ese día- arrastraba por el liso del capó y se amontonaba en un suave rulo que se engrosaba en la turbulencia del inicio del parabrisas y cuando tomaba cuerpo escapaba hacia el filo del techo para desaparecer por detrás. 
-Por favor, doble aquí, a la derecha.-
Julio colocó el guiño y subió hacia el faldeo de la montaña, hacia la zona de chacras. Margarita poseía su auto pero ese día había quedado en el taller de servicio de la concesionaria. Pronto llegaron a la finca donde entre medio de un arbolado se ubicaba la casa que no era muy grande pero se la veía agradable y hospitalaria.
-Julio, sé que ya está fuera de servicio y deseo compensarlo de alguna manera. Lo invito con un café y si usted quiere le puedo leer el Tarot.
Julio pensó: ¿Qué podía perder si pasaba? Ya la tarde moría y no le quedaba nada por hacer. Accedió.
Margarita puso la llave en la puerta y abrió. Entraron. Los cuatro caniche toys que ladraban, saltaban y movían la cola tras el ventanal se abalanzaron sobre la mujer con una alegría incontenible. Suaves juguetes de narices húmedas.
-¡Bueno! ¡Basta! ¡Basta ya! ¡Qué me van a romper las medias!-
Pero de todas maneras, a pesar de los retos, los perritos siguieron con la presión aunque luego de unos momentos comenzaron a mermar la fiesta y a ir cada uno por su lado, siempre moviendo la cola y con una energía increíble.
El living era espacioso y una arcada dividía virtualmente a la habitación contigua donde había una mesa, dos sillas y una buena cantidad de plantas de interior.
-¡Bueno, basta, vayan a jugar!- dijo Margarita y les abrió la puerta a los perritos para que salieran afuera
-Tome asiento- le dijo a Julio.
Y él se sentó.
-¿Cómo ha estado su día Julio?
-Bien, bien. Sin problemas ni contratiempos.
-Permítame las dos manos.
Julio estiró los brazos, Margarita le tomó ambas manos con firmeza. Cerró los ojos y permaneció cerca del minuto y medio así, en total quietud y silencio.
Pero Julio, acostumbrado a los alienígenas vejadores se concentró en bloquear su mente. No fuera cosa que Margarita le taladrara el cerebro hasta llegar al fondo de la verdad.
“Cerró los ojos y sólo quiso ver el resorte de la válvula de admisión –de la Guzz Alce- en vaivén incansable, también la del balancín y de la varilla de la de escape. Imaginó con fuerza, la secuencia inacabable”.
A Margarita se le habían acabado las ideas, no encontraba palabras, pero bueno, Julio desconocía el procedimiento. En esta fase de adivinación, por lo común Margarita narraba las imágenes que le acudían a la mente desde el pasado de la persona, a pura intuición, pero en este caso, por alguna razón no lograba discernir nada. No era que ella fuera adivina, aunque siempre las representaciones aparecían por arte de magia y por lo general comenzaba con aciertos y luego apreciando el lenguaje corporal, analizando la vestimenta y siguiendo el orden de algunas preguntas claves que eran contestadas verbalmente por la persona, podía continuar con la clarividencia y siempre lograba impresionar en alto grado al entrevistado. Pero esta vez no sabía ni cómo empezar por lo que decidió quedarse muda. Algo tendría que salir y ella que era una profesional debía de dar una buena impresión. “Pucha”- pensó, “qué frío este pescado y que feo olor da. Pero no puede ser, yo lo conozco, siempre ha sido un tipo muy correcto y servicial, aunque invariablemente me ha producido cierto escalofrío cada vez que estoy frente a él…. Tal vez me equivoque, él la salvó a Verónica y a pesar de que la ingenua está muerta por él, aún no se le ha lanzado.”
-Está bien- comentó Margarita – Ya me he cargado de la energía necesaria. Y soltó las manos de Julio que a esa altura estaban heladas.

* “El hombre de negro” R. L. Stevenson
PD: pido disculpas, no he podido terminar este capítulo. No logro conseguir una tarotista que me asesore para lograr que el relato sea verosímil. Quedará en suspenso hasta que lo logre
« Última Modificación: 13 de Noviembre del 2023, 21:13 por El luxado »