Amigos en Venado Tuerto
Pronto llegamos a Venado Tuerto. ¡Venado Tuerto! ¡Qué nombre! ¡Más tuerta será tu abuela! Entramos a la rotonda que es ovalada. Debo hacerla toda por pasarme de largo el desvío de la derecha. Ni bien se endereza la órbita nos espera una estación de servicio. Estacionamos al lado de los silloncitos de caño y lona azul. La piedra partida rezonga con voz de cascajo cuando le camino encima. Las mesas de chapa, atravesadas al medio por las jabalinas de las sombrillas, invitan, a esta hora del día, a una cerveza con maníes. Simplemente saco el celular y llamo a Ciberpoyo para avisarle de nuestra llegada. Me indica el camino, dice que nos están esperando.
Tomamos la 12 de Octubre, -que es también ruta 8- al sur. “La avenida con muchos semáforos”, había advertido Ciberpoyo. ¡Sí que los tenía! En Venado bien podrían institucionalizar la “Fiesta Nacional del Semáforo”.
Con el sol en la nuca, aceleramos como si esos postes amarillos y negros fueran los tentáculos de una gigantesca planta carnívora (Dionaea muscipula) a punto de cerrarse, y la cajas de luces verdes, amarillas y rojas, sus glándulas listas a rociarnos enzimas que nos harían desaparecer de este mundo. Tan concentrados estábamos en el escape que pasamos de largo sin ver el punto de referencia. Una nueva llamada nos puso en situación; para menos dudas, Ciberpoyo avisó que estaría en el cruce esperándonos. A pocos minutos del retorno, el resplandor de una calva y una dentadura me llamó la atención, provenía del hombre que esperaba en la esquina; sin dudas, era él. Un fuerte apretón de manos y a seguirlo. La carne en el fuego apremiaba, se podía pasar. Fue sólo un acelerón y frenada llegar a su casa. En la cochera casi no había lugar, estaba repleta de motos. V Strom, NX4s, Tornados, Bross, etc. Me corrió una alegría interior, debían ser varios los cofrades que nos esperaban.
Alrededor de la mesa se preparaban como velocistas en línea de largada. Nos saludamos; flotaba en el ambiente la ambigüedad de estar ante un desconocido o un hermano. Curiosidades propias de la fraternidad motera.
Locura, Monoblanco, Campero, Diego; ajenos a “Los cuises” se agregaban el “Negro” y el “Titi”, los dos únicos integrantes del exclusivo grupo: “Los Trompita Caída”. ¿Cuáles son sus verdaderos nombres? No me interesan, ellos son mis amigos de foro, esos son sus nombres de batalla, con esos me quedo. Suficiente para mí.
Pronto, las anécdotas iban y venían. ¡Quién sabe cuántas eran mentiras! ¡Juro que conté sólo verdades!
El viajero gusta de contar historias y escucharlas. Se sintió a sus anchas. Tomó bebida gaseosa y charló como si fuera el último día. El hijo observó a los comensales; a cada ocurrencia ajena, sonrió en silencio. De inmediato fue aceptado en el grupo. Al ser preguntado, contestó amable con frases cortas. Comió a lo lobo. Habló a lo fraile.
Mientras tanto, la parrilla repleta de chorizos, asado de costilla y tapa de asado se alivianaba progresivamente; tal vez tenía un mecanismo de resortes o de balanza conectado al reloj que operaba sobre la hora, mientras se acompañaba al son de cuchillos, tenedores y relatos. El mediodía dio paso a la tarde…
Tanto a anfitriones como a viajeros nos tocaba, cumplir nuestros roles. Los muchachos habían dejado sus trabajos, incluso uno o dos de ellos se habían allegado de pueblos cercanos para agasajarnos; debían ahora regresar al yugo de todos los días; nosotros a la ruta. La despedida fue gradual, se sacaron fotografías, hubo saludos en cantidad; en el momento, sentí que dejaba algo de mí, que me llevaba algo de ellos. Qué comunidad la de los aficionados a las motos. Cuánta camaradería. Quisiera yo se repitiera en todos los órdenes de la vida.
Recordaré este almuerzo hasta el fin de mis días. ¡Gracias muchachos!
Partimos con Matías hacia Rosario siempre sobre la treinta y tres. Pero, por indicación, doblaríamos en Firmat por ruta de enlace, para luego retomar rumbo por la Provincial 14 a fin de evitar la 33, que de ahí en adelante viajaba sobrecargada.
RUTAS PARA MOTOS TRAIL 